Las Enseñanzas del Dios de la Lluvia
Un día, hace muchos años, el elefante dijo al Dios de la Lluvia:
- Debe usted estar muy satisfecho, porque se las arregló para cubrir toda la tierra de verde; ¿pero qué pasaría si arranco toda la hierba, todos los árboles y los arbustos? No quedará nada verde. ¿Qué haría usted en ese caso?
El Dios de la Lluvia le contestó:
- Si dejara de enviar la lluvia, no crecerían más plantas y no tendrías nada para comer. ¿Qué sucedería entonces?
Pero el elefante quería desafiarlo y comenzó a arrancar todos los árboles, los arbustos y la hierba con su trompa, para destruir todo lo verde de la tierra.
Así pues, el Dios de la Lluvia, ofendido, hizo que cesara la lluvia y los desiertos se extendieron por todas partes.
El elefante se moría de sed; intentó cavar por donde pasaban los ríos, pero no pudo encontrar una gota de agua. Al final alabó al Dios de la Lluvia:
- Señor, me he portado mal. Fui arrogante y me arrepiento. Por favor, olvídelo y deje que vuelva la lluvia.
Pero el Dios de la Lluvia continuaba en silencio. Pasaban los días y cada día era más seco que el anterior.
El elefante envió al gallo en su lugar para que alabara al Dios de la Lluvia. El gallo lo buscó por todas partes, al final lo encontró escondido en una nube. Le dijo quién era y lo alabó por la lluvia con tanta elocuencia que el Dios de la Lluvia decidió enviar un poco de lluvia.
La lluvia cayó tal como el Dios de la Lluvia le había prometido al gallo y se formó un pequeño charco cerca de donde vivía el elefante.
Ese día, el elefante fue al bosque a comer y dejó a la tortuga encargada de proteger el charco con estas palabras:
- Tortuga, si alguien viene aquí a beber, les dirás que éste es mi charco personal y que nadie puede beber de aquí.
Cuando el elefante se fue, muchos animales sedientos vinieron al charco, pero la tortuga no les dejó beber diciendo:
- Este Agua pertenece a su majestad el elefante; no pueden beberla.
Pero cuando llegó el león, no le impresionaron las palabras de la tortuga. La miró, le dijo que se fuera y bebió agua hasta calmar su sed. Se fue sin decir palabra.
Cuando el elefante volvió quedaba muy poca agua en el charco. La tortuga intentó defenderse:
- Señor, soy apenas un animalito y los otros animales no me respetan. Vino el león, y yo me aparté. ¿Qué podía hacer? Después de eso, todos los animales bebieron libremente.
El elefante, furioso, levantó la pata sobre la tortuga con la intención de aplastarla. Afortunadamente, la tortuga es muy fuerte y pudo arreglárselas para sobrevivir. Pero desde entonces la tortuga tiene su parte inferior plana.
De pronto todos los animales oyeron la voz del Dios de la Lluvia que les decía:
- No hagan como el elefante. No desafíen a los más fuertes, no destruyan lo que puedan necesitar en el futuro, no pidan a los débiles que defiendan su propiedad y no castiguen al criado inocente. Pero, sobre todo, no sean arrogantes y no intenten apropiarse de todo; permitan que los necesitados compartan su fortuna.
Origen: Kenia - Africa